Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:
Evangelio según San Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre.
¿Hay acaso entre ustedes alguno que le dé una piedra a su hijo, si éste le pide pan? Y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Si ustedes, a pesar de ser malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas”.
Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia ……
Todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre. (Mateo 7, 8)
Imagina a un padre enseñando a su pequeño hijo a andar en bicicleta. Mientras el niño pedalea, el padre corre detrás, sosteniendo la bicicleta para darle equilibrio mientras esta se tambalea y anima a su hijo a continuar, aunque se sienta nervioso. Eventualmente, el niño será capaz de hacerlo por sí mismo, y su radiante sonrisa lo demuestra: Él confía en que su mamá o papá estará ahí para ayudarlo, y esa confianza le ha dado la seguridad que necesita.
De la misma manera en que un padre quiere infundir confianza en su propio hijo, Dios quiere infundir confianza en nosotros mientras rezamos. Desde luego, no solo confianza en nosotros mismos, sino la confianza que viene de la fe que tenemos en nuestro Padre celestial. Al rezar, vemos que Aquel a quien le estamos pidiendo es bueno y digno de confianza y comprendemos que podemos descansar en él.
Jesús nos dice que, para desarrollar esta fe, debemos “pedir”, “buscar” y “tocar” en oración (Mateo 7, 7). El lenguaje original sugiere pedir, buscar y llamar a la puerta continuamente. En otras palabras, ser perseverantes y, sin importar lo que suceda, no rendirse.
Conforme pedimos y seguimos pidiendo, abrimos nuestro corazón a una experiencia más profunda de la bondad de Dios porque comenzamos a ver lo mucho que él cuida de nosotros. Al buscar y seguir buscando, aprendemos que él es digno de confianza porque descubrimos que no nos abandonará. Mientras llamamos y seguimos llamando, comenzamos a entender su justicia y generosidad porque lo descubrimos dándonos, no necesariamente lo que nosotros queremos, sino exactamente lo que necesitamos. En todo esto, nuestra relación con nuestro Padre celestial se hace cada vez más profunda.
Así que persevera en presentar tus necesidades a Dios en oración. Confía en que él quiere darte cosas buenas. Cree que él sacará lo bueno incluso de la dificultad o el sufrimiento. El Señor desea que tú confíes en él. Porque con cada oración, te estás acercando más a tu Padre celestial y aprendiendo a confiar más en él. ¡Y ese es el resultado más valioso que pueda tener cualquier plegaria que hagas!
“Padre celestial, te presento todas mis necesidades y preocupaciones. Te pido que me ayudes a confiar en tu bondad y amor.” Amén (Extracto LPEN)
Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación, que regocija.» Amén (Salmo 50, 12-14)
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es Vuestro: disponed de ello según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia, que éstas me bastan. Amén.
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