Unos minutos con Dios
Empezamos la oración de la mañana: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lee y medita la Palabra de Dios. Si es necesario, léala de nuevo usando tu propia Biblia:
Evangelio según Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos’’.
Oración: dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo de corazón a Corazón; intercede por tu familia…
Suplico a Dios que cada día de mi vida, crezca el deseo en mi corazón de una relación más profunda con Jesús y por una vida que dé fruto en abundancia para el Reino de Dios.
Señor y Dios bendito, tu gracia nos ayude a dar frutos de santidad en nuestras vidas, frutos en nuestros matrimonios de unidad, santidad, fidelidad, generosidad y frutos en nuestras en familias.
Dios nuestro, que tu Hijo nos reúna a todos en un mismo amor y que todos lleguemos a ser sarmientos de la misma vid y que el vino nuevo de justicia y amor llene toda esta nuestra tierra con alegría y paz. Amén
Contempla la Palabra de Dios (en silencio, deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Permaneced en mi amor» (Juan 15,9).
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.
Para Lectura Espiritual
Para estar unidos a Cristo y dar frutos de santidad y de paz es preciso morir y resucitar con él, llegar a ser una criatura nueva, liberada del pecado. Para ser sarmientos puros, auténticos, que producen fruto, debemos aceptar la ley de la necesaria purificación; el sufrimiento y la poda realizada por el Padre.
Jesús dice que el mismo Padre, con sus manos, poda la vid; corta lo superfluo de los sarmientos no para mortificar y disminuir su vitalidad, sino para aumentarla, para que den más fruto. Se trata siempre de la ley de la semilla que muere: por eso es importante que aprendamos a leer nuestra vida en clave de fe: nos hace falta creer que el sufrimiento, si se acepta de este modo -no porque en sí mismo sea un bien, sino porque lo vivimos por amor, con amor-, da fruto de vida, de salvación y de alegría.
Como es obvio, se trata de ese sufrimiento que es participación en la pasión de Cristo, de ese que es querido y permitido según el designio divino de amor.
Por desgracia, podemos ser también sarmientos que producen infección en la vid. De ahí que debamos desear cada vez más ser purificados, limpiados. La poda consiste en dejar cortar de nosotros el pecado y todo lo que no es según Dios: ése es el sufrimiento que da fruto.
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